VACÍO

De repente, abrió los ojos y, ante la mirada atenta de los últimos espectadores, les dirigió la última sonrisa. Antes de volver a dormirse, miró fijamente a su amiga y confidente de toda su vida. En ese momento, aquel rostro desencajado y bañado de sangre quedó derruido tras un último esfuerzo en el que quedó desplomado. Su respiración iba mermando sigilosamente y, dándole la mano a su hermana mayor y a su cuñado y mejor amigo, terminó de expirar. HABÍA MUERTO. Hora 6.00 AM del 8 de septiembre de 2005. Ahora tocaba no llorar, no hacer ruido, pues su cuerpo inerte había agudizado sus sentidos. ¿Que no ha sufrido? Eso que se lo pregunten a él. Ya no hay nada que hacer, así que ahora los supervivientes del varapalo hacen las veces de emisarios, pues tienen que dar la noticia. - ¡ya! –me susurró al oído–.- ¿Ya hay que levantarse?- No, que ya…- Que ya voy, ya voy. Un momento.- No, que él ya…En aquel momento, una profunda agonía me dejó sin habla y sólo podía descargar mi rabia llorando. ¡Cómo son las palabras! Qué poder tuvo ese adverbio en el devenir de los próximos meses, de los próximos años. Fue como si me arrancaran una parte de mi existencia. Tantos años compartidos no se podían ir de repente. Me quedaron tantas cosas por contarle, tantas cosas por compartirle… pero no me dejaron. ¿Dónde estarás? En ese momento, no atinaba sino a llorar y, tras varios minutos, al fin pude decir hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta. La emisora de la noticia no quería separarse de mí, pero yo no quería que estuviera cerca. En ese momento me prometí que ese hombre pagaría por haberlo dejado morir. Durante horas, permanecí llorando en aquella habitación, hoy deshabitada y abandona por la cantidad de recuerdos que me traen. Todo tiene esencia a él, porque él siempre ha estado presente en mi vida. Ojalá las cosas se pudieran sobrescribir… pero es imposible. Lo malo de vivir es sobrevivir a la gente que quieres. Eso te va dejando una angustia de la que no puedes salir tan fácilmente. Se podrá vivir con ello, pero nunca se puede superar la ausencia de alguien que ha estado tras de ti durante toda tu vida.